La tumbas de los héroes: El gallego inolvidado
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 17 de novembro de 1921
Medio: Progreso. Pontevedra
Ao bon patriano, D. Manoel Veloso
Tarde de Difuntos, en la paz aparente de la ciudad moro-judaica. Las gentes de la calle, indiferentes a la significación cristiana del día, siguen embargadas por la labor cotidiana y vulgar. No hay campanas que den al aire la doliente quejumbre de sus dobles. El sol aquí tan remiso a moderar la violencia de su luz no viste de oros otoñales los yermos austeros del paisaje. Instintivamente, asociamos al recuerdo de este día, la fragancia gallega de los “magostos”, rociados pródigamente con tazas de aquel albariño nuevo que pone tibios arregostos en los paladares, agilidad inusitada en las lenguas y halos de rubefacción en los rostros.
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En el arrabal de la ciudad, confinando con la línea exterior de fortines, está la tierra santificada donde duermen los héroes. Un murallón blanco y rectangular, abierto al Norte por una puerta del férreo varillaje, la circunda y protege. La simétrica alineación de los sepulcros, a lo largo de las carreras de arcilla, hace pensar en si el cavador de las tumbas pretendió someterlas a la misma militar ordenación que los muertos guardaron habitualmente en vida. Reina en la necrópolis un silencio ingrato y soledoso. No hay coronas en las cruces, ni flores sobre las losas, ni cirios que viertan su lágrima de luz. Nada recuerda en este día, a aquellos que en heroicas jornadas de guerra dieron sus hazañas y sus nombres a la tornátil admiración de las gentes. Un devoto grupo de mujeres, en traza modesta y artesana de andaluzas emigradas, al cruzar ante el abandono de las tumbas, lo condenan entre sí:
–Yo vendo la camisa que traigo puesta y compro cuatro coronas.
No obstante una excepción nos sorprendió gratamente. Después de vagar algún tiempo por el cementerio, descifrando en las lápidas nombres de soldados, oficiales y jefes muertos en distintas acciones y combates de una misma interminada guerra, entre tanto sepulcro sin rastros de cuidados amigos, topamos uno celosamente adornado de flores naturales y alumbrado por cuatro faroles, de llama tímida a través del turbio cristal de las bombas. Totalmente ajenos a que bajo aquel mármol, salvado piadosamente del unánime olvido, yacía el cuerpo de un paisano nuestro, tras separar amorosamente los crisantemos y siemprevivas que cubrían las doradas letras, leímos esta inscripción:
“D. E. P.”
¡GLORIA A LOS HÉROES!
Aquí reposan las cenizas de D. Julio Reinoso Fernández, primer jefe de la Milicia voluntaria de Ceuta. Muerto en el combate de Laucien, el 11 de Junio de 1913. Nació el 19 de abril de 1880, en el pueblo de Olás, de la provincia de Orense.
La colonia gallega de Ceuta y Tetuán, le dedica este recuerdo.
La mano de otro gallego debió añadir este oportuno colofón enxebre, que se lee en lápiz borrosamente:
¡TERRA A NOSA!
Ante este singular hallazgo, fue en nosotros mayor que la emoción, la satisfacción: la orgullosa satisfacción de pertenecer a una raza, que a donde quiera que llega sabe destacar sobre el anónimo la superioridad activa de su espíritu.
V. PAZ-ANDRADE
Tetuán, Día de Difuntos, 1921