La hora crítica del sector pesquero
Autor: Valentín Paz-Andrade
Data de publicación: 30 de novembro de 1978
Medio: La Voz de Galicia
Recollido en O legado xornalístico de Valentín Paz-Andrade, Biblioteca Gallega pp. 49-52, A Coruña, 1997.
EL CAMBIO TECNOLÓGICO DEL AUGE
La época de mayor auge que ha vivido el sector español de las pesquerías no fue larga. Puede afirmarse que duró doce años. Los que han mediado desde 1962 a 1974.
El factor desencadenante de la prosperidad está en la memoria de todos. No fue otro que la introducción de un cambio tecnológico, en el proceso productivo tradicional. Nos referimos al sistema de congelación rápida a bordo. La congelación lenta ya venía practicándose desde años antes a bordo de grandes flotas atuneras. Principalmente las de la pesca con cebo vivo de Norteamérica, y las de long line, del Japón.
A impulso de la actividad empresarial desarrollada, a favor de las ventajas operativas que tal cambio proporcionaba, España se consagró rápidamente como potencia mundial, en la escala de la producción de recursos autorrenovables de la mar. Nuestra flota se colocó en el tercer lugar, después de las de Japón y la URSS. El nivel de producción de especies comestibles marinas se situó entre los diez primeros escalones de la jerarquía universal. Dentro del marco nacional, de una cosecha anual inferior a 800 toneladas se llegó al 1.600.000 aproximadamente en los años punteros de la década áurea.
Al fenómeno que acabamos de esbozar se ha llamado, con ponderación y acierto, la «revolución del congelado». Su efecto típico y principal no se ha limitado a erradicar de las bodegas de los buques el sistema de la conservación poco durable por hielo triturado o en escamas. La ventaja más copiosa y cuantiosa que de la transformación se derivó fue de orden espacial. Merced a la durabilidad del proceso de congelación, de la permanencia de frescura obtenida en productos altamente deteriorables, los buques lograron prescindir de las áreas de pesca cercanas, pero exhaustas, y trabajar en áreas superpobladas, aunque lejanas. Se redimieron de la pobreza consecutiva a la despoblación de los bancos, eligiendo áreas pletóricas.
Al mantenimiento de tales precondiciones, notoriamente favorables cuando la etapa mayor del desarrollo pesquero se emprendió, venía supeditado desde entonces el futuro del sector. Cuando menos en este país, cuyo ímpetu revolucionó la carta de los caladeros, poniendo a nuestro alcance los del Atlántico Sur y el Índico, y realizando, en suma, una hazaña que nadie se atreviera a soñar.
LOS FACTORES DE LA DEPRESIÓN
La evolución tecnológica del congelado, lo primero que necesitaba para seguir dando generosos frutos era algo elemental. Asegurar duraderamente la libertad de accesso al espacio operacional. «Sin espacio -ha escrito Camus-, no hay inocencia ni libertad». Un factor condicionante de tanta importancia es el que desde 1974 para acá, y especialmente desde 1976, se ha enrarecido. Evolucionó hacia la adversidad radical, alcanzando con ella profundamente al sector de las pesquerías.
Los factores de la producción, en la empresa pesquera, especialmente en la de capturas a larga distancia, se endurecienron desorbitadamente. Y también acumulativamente, porque a la reducción del ámbito de trabajo originada por la implantación de las zonas económicas de 200 millas, se sumó otra masiva adversidad económica: la súper-elevación del precio de los suministros de combustibles líquidos y lubrificantes. No se olvide que tal partida es la más voluminosa de la estructura de costos de la empresea armadora. A mayor movilidad y radio de los buqus, el gasto energético crece en proporción directa, como variable independiente de los resutados obtenidos en la operación extractiva.
Una y otra emergencia adversa al auge de nuestras pesquerías se hallan en evolución. La de los límites de pesca con reducción drástica de los lugares accesibles a las flotas de terceros países. Y, además, con la voluminosa carga financiera de los cánones remuneratorios de cupos, y las desorbitadas sanciones en caso de supuesta infracción.
Por lo que al encarecimiento de los suministros petrolíferos se refiere, la flota española, como las demás europeas, ha podido conllevar hasta ahora la situación, merced al subsidio estatal. Beneficio de cierta plenitud para los buques de corto y medio radio, pero mucho menos positivo para los de larga distancia, obligados al suministro en puertos extranjeros.
PERSPECTIVA A LA VISTA
España, con Portugal y Noruega, son en Europa los países cuya dieta se asocia con mayor intensidad a la oferta de productos alimenticios marinos. El de las pesquerías no es, para nosotros, un elemento de la oferta de alimentos fácilmente sustituible. La estratificación de la demanda, dentro de este campo comercial, es demasiado fuerte para que se pueda pensar en reemplazarla. La mar es, por ahora, la más generosa fuente de proteína animal con que contamos.
Nadie desconoce que la situación se ha endurecido, sino erizado, desde 1976. En este año, como es sabido, la Comunidad Económica Europea adoptó también el demagógico esquema de las 200 millas, con escasa apertura hacia las flotas de países terceros.
Por este lado podría venir la luz, si la demanda de ingreso de España y Portugal en el Mercado Común Europeo fuese definitivamente acogida. La primera luz al oscuro panorama actual, porque el principio del libre acceso de la Comunidad a los recursos del área aún no ha sido aceptado por los actuales miembros. La discordia en este extremo sotenida por Irlanda y Gran Bretaña pudiera agudizarse más que plegarse, al pasar de nueve a doce el cuadro de las naciones miembros.
La perspectiva es distinta hacia los países del Norte y del Sur de América, del Oeste africano, de Sud-África y Namibia, de Mozambique… Espectro amplio y no fácilmente abordable, pero que es necesario afrontar por la vía de la negociación. Va en ello, también, la subsistencia de España como potencia pesquera, que pretende asegurar el presente y el futuro de la producción íctica tradicional en la mesa de sus ciudadanos.
Galicia, según todos saben, es la región madre del sistema pesquero peninsular, y la protagonista mayor de su auge. No hace falta añadir cuánto jugamos a esta carta. Cuánto nos toca perder o ganar en el desenlace de la hora crítica por la que el sector atraviesa.