El periodista gallego señor Paz-Andrade pronunció anoche una notabilísima conferencia
Autor:
Data de publicación: 30 de setembro de 1932
Medio: El Día
“En el salón de actos de Eusko-Indarra disertó anoche el activo y culto presidente (sic) gallego Don Valentín Paz Andrade.
Versó la conferencia sobre el tema “la demanda autonomista de Galicia”.
El señor Sagarzazu presentó en breves palabras al conferenciante como paladín esforzado de la causa galleguista y hermano en la lucha y en las aspiraciones autonómicas.
Hermanos de de Euskalerria-comienza diciendo el Señor Paz Andrade-Un sesudo escritor transpirenaico escribió:”En Atenas todo depende del pueblo y el pueblo depende de la palabra”. He aquí lo que nos trae hoy a esta tribuna acogedora y hospitalaria, como otras muchas que hay en Euskalerria, en Catalunya y en Galicia.
Vengo, dice, impulsado por un hondo fervor y por un cordial sentimiento a esta tierra hermana, verde y rumorosa como la mía, llena como ella de alegría de canciones y de febrilidad productiva y creadora. Verde, digo, que es el color de la esperanza, de una esperanza que ya se ha convertido, porque vive y perdura a través de las edades.
Pero aunque no existieran estas razones, bastaría su lucha, su gesta gloriosa en demanda de sus libertades, para que un hombre, que lucha como yo por las libertades de su país, se sintiera confortado en esta tierra que ennoblecen el espíritu y las enseñanzas de Sabino Arana. (Grandes aplausos)
Esta emoción se sobrepone en mí a todos los sentimientos y es la que me ha hecho venir a esta tribuna, no a pronunciar una conferencia, que parece cosa doctoral y madurada, cosa que yo no puedo hacer, aunque quisiera hacerla; vengo a hablaros paternalmente, ya que paternalmente me acogéis en vuestra casa y la disculpa para mi atrevimiento puede ser el esfuerzo desinteresado y cordial que yo vengo haciendo en pro de la obra romántica, de la obra común de vascos y gallegos. Cataluña, Euskalerria y Galicia forman el triángulo de nacionalismos hispánicos, el triángulo de grupos renacentistas que estremece hoy sus (sic) entrañas de la península.. Es Vasconia el ángulo superior, cuajado de prestigio, el que ha sufrido y ha luchado con denuedo contra los rigores de los dos centralismos más fuertes de Europa, el de España y el de Francia.
En esta lucha contra tan formidables enemigos ha sufrido toda suerte de persecuciones, pero no han podido ellos raer de su tierra su lengua milenaria ni sus características raciales. Mis palabras quieren ser un homenaje a vuestro empuje histórico y a vuestro vigor civil que están a punto de conseguir el triunfo anhelado.
Ahora bien cuando se conjugan estos tres nombres de Cataluña, Euskalerria y Galicia, por prejuicios que emite la meseta, se saca la consecuencia de que el movimiento galleguista, como más joven y más débil, si queréis, es un remedo de los otros dos. Y yo quiero salir al paso de esta objeción y deciros que en Galicia tiene verdadero arraigo el sentimiento nacional gallego, que emana del espíritu y de la historia de nuestra tierra.
Galicia es el extremo occidental de la península y yo quiero hacer constar esta nota geográfica, porque todos los pueblos celtas se fijaron en los extremos occidentales de Europa-recordad a Irlanda, a Bretaña, a Escocia- cuando venían caminando detrás del sol y se quedaron asentados a la orilla del Atlántico. Galicia es un pueblo celta romanizado y adquiere personalidad histórica con los suevos a través y aun a pesar de las combinaciones de sucesión que les impusieron los reyes de Castilla, de Aragón y de Portugal. Tuvo personalidad en el orden político y administrativo. ¿Qué de ella no ha quedado nada para pretender un resurgimiento? Pero ¿Qué ha de haber quedado si aquel pueblo lírico, aquel pueblo de delicadezas espirituales se tropezó con la reciedumbre castrense de Castilla? Galicia fue constantemente objeto de todas las vejaciones del poder central y, finalmente, en la Edad Media cuando los piratas normandos se adentraban en Galicia y sus pueblos quedaban desahitados porque los vecinos huían a las montañas, el Estado central no se sentía ligado a Galicia, no le preocupaba la desgracia de nuestra tierra y tuvo que ser el gran arzobispo compostelano, don Diego Gelmírez, el que armara una escuadra para limpiar las costas gallegas de piratas normandos. Pero en las postrimerías del reinado de Enrique IV sobrevienen las luchas de sucesión y Galicia, puestos en litigio las luchas al trono de Castilla entre Juana, la Beltraneja, hija del rey, e Isabel, hermana del mismo, se decide por los títulos de la legitimidad y acepta la causa de la Beltraneja.
Esa es entonces la desgracia de Galicia y ello concita el furor de las tropas de Isabel, que entran asolando las tierras para sitiar a los partidarios de doña Juana, culminando sus furores en aquella noche trágica en que se consumó-año 1478- el sacrificio del mariscal Pedro Pardo de Cela y de su hijo, ajusticiados en la plaza de la catedral de Mondoñedo. Aquel episodio cruel puso fin a las libertades gallegas y es ejemplo específico de los métodos arteros completados contra ella por los poderes centrales. La esposa de Pardo de Cela había acudido a la reina pidiendo el perdón para su esposo y aquella reina Isabel, mientras con una mano concedía el perdón, ordenaba con la otra apresurar la ejecución para que ya estuviera cumplida cuando la gracia llegase.
Aquella orden siniestra dio lugar al episodio histórico que se conoce con el nombre de “ponte do pasatempo”, porque en ese puente, por medio de los serviles aduladores reales, fue entretenida la esposa de Pardo de Cela para dar lugar a la ejecución.
Ya veis cuál es la conducta de Castilla para con Galicia. Pero las vejaciones no paran ahí y se condena a Galicia-hay que domarla, decía Zurita-a no tener voto en las Cortes. Se reunían éstas para recaudar tributos y ni cuando la reunión se celebraba en Galicia, podía ella dejar oír su voz. Fue Zamora la que durante dos siglos tuvo que hablar por Galicia.
Luego ya sabéis todos cómo fue Galicia la cuna del caciquismo y del cunerismo sin tener nunca una voz genuina que la representase en las Cortes hasta que llegó la República.
¿Pero es que acaso el poder central ofrecía a Galicia otras compensaciones en pago de estos malos tratos? No; esa aspereza, esa servidumbre política llegó a producir la verdadera castración de Galicia, a raer de ella todo sentimiento lírico hasta el punto de que ya no se producían en ella artistas ni poetas. Galicia estaba sumida en su desesperación.
Llegó el siglo XIX y se alzaron los precursores del movimiento autonomista. Surgieron Curros Enríquez, Pondal, Rosalía de Castro, Barcia Caballero, Alfredo Brañas y otros varios, que fueron los impulsores de un resurgimiento paralelo al catalán, aunque luego quedara reducido a un movimiento romántico a principios del siglo actual.
Hoy Galicia tiene planteada su demanda autonomista. Se ha hecho la luza en su conciencia y quiere que la dejen vivir entregada a su destino. No quiere ser la colonia que fue sometida a las persecuciones de los Reyes Católicos y de sus continuadores en el poder centralizador.
-¿Cuáles son las características diferenciales del movimiento galleguista en relación con los otros movimientos autonomistas de la península? Quiero señalar uno solo para destruir la leyenda de que el movimiento galleguista es un remedo del catalán y del vasco. Cataluña y Vasconia persiguen la consecución de sus libertades, su reintegración espiritual, las prerrogativas que necesitan para recabar su ideal de cultura y sus destinos históricos. Tienen los dos esta similitud y también esta característica está impresa en el movimiento de Galicia. La diferenciación es otra. El centralismo a vosotros os ha quitado el alma, pero os ha perdonado el cuerpo, no habéis sentido en él la tiranía económica y fiscal. Galicia es un país que sufre un verdadero bloqueo económico. Sus características económicas son las de un país centro-europeo. Y, sin embargo, la legislación agraria que se está haciendo con la mirada puesta en los latifundios andaluces, se quiere aplicar a los minifundios gallegos. El Parlamento central dicta disposiciones contra los que especulan con el trigo castellano y esas mismas disposiciones llevan a Galicia la carestía y la pobreza. Toda la política arancelaria de España ha sido siempre inspirada por las conveniencias de otras regiones para depauperación de Galicia, cuyas características económicas son completamente inversas. Galicia no es un país industrial, su economía es de orden agrícola y pesquero. La organización de la propiedad de la tierra constituye en Galicia un modelo para los pueblos más avanzados. No se puede en Galicia redistribuir la propiedad de la tierra porque allí esta propiedad está casi pulverizada y habría que seguir más bien el método de la incorporación parcelaria. Necesita la economía gallega de una dirección técnica para llevar los conocimientos necesarios a la industria rural; pero allí no se ha creado nunca una escuela agrícola. Sistemáticamente el poder central ha sometido a Galicia a un bloqueo económico.
Para hacer más gráfica esta crítica, puede citarse el caso del abandono en que se tiene a Galicia en materia de ferrocarriles. Mientras en otras regiones, hay vías férreas, en la proporción de 4 kilómetros por cada 100 de extensión-menos en Cataluña y Vasconia donde hay 8-en Galicia sólo tenemos dos. Y cuando Galicia plantea la demanda del ferrocarril, Orense-Zamora, se le contesta que es un país pobre y no tiene derecho a ferrocarril. Y no es la monarquía la que hace esto.
Ya veis cómo la política de Galicia tiene que orientarse prácticamente en sentido muy distinto del vuestro con respecto al poder central.
Pero no paran ahí las desventuras de Galicia. Todos conocéis la leyenda de vilipendio que viene colgada sobre el nombre de todo gallego. En ella colaboraron los escritores del siglo de oro, con Cervantes a la cabeza y la “Gaceta” misma, desde cuyas columnas se ha llamado a Galicia “hija espuria de España”.
Yo sé que ello produce la depresión moral de mi tierra y un rebajamiento sicológico, que ha hecho decir a la pluma, bien sensible sin embargo, del maestro Ortega y Gasset que Galicia “es un país de almas rendidas”, siguiendo ello, continúa Ortega Gasset, la tradición de los “escritores y pensadores de Castilla”.
Al llegar el momento de plantearse la estructuración de España en regiones autonómicas, al querer el Gobierno conceder el mismo trato a todas las que lo soliciten legalmente, también han surgido voces que si no abiertamente, le han negado a Galicia, porque ello no podría hacerse en justicia, si se han atrevido a oponer algunos reparos a la concesión del Estatuto gallego. Hace pocos días en Vigo dijo el maestro Osorio y Gallardo en una conferencia, que el peligro que amenazaba al Estatuto gallego era el temor de que con él resurgiera el caciquismo en aquella tierra. Y simultáneamente la pluma del gran periodista don Luis Bello, en su periódico “Luz, dijo que Galicia tiene características diferenciales, pero que había que atarla con un procedimiento especial por el riesgo de que resurgiera el caciquismo al concedérsele la autonomía. Y es éste el reparo más fuerte que se quiere oponer a nuestra demanda. Por eso quiero contestar desde esta tribuna tan autorizada y tan neutral a dicho reparo.
Para mi gusto, la definición más propia de cacique es la que se debe al ingenio fértil del diputado gallego, mi compañero de luchas, don Alfonso Castelao. Dice el gran dibujante gallego que cacique quiere decir “jefe de tribu”, el hombre que resume los defectos y las virtudes de toda la tribu. Si pudiéramos imaginar una tribu de sabios, en ella sería el cacique el más sabio de la tribu. Pero ¿Cuál es la etiología del cacique? ¿Cuáles son las causas que lo producen? El concepto trae ya en si mismo el marchamo de origen. El caciquismo es un producto del coloniazgo y puede definirse con palabras de Herriot como un subproducto político de tipo específico colonial. La palabra, de origen americano, se refiere a la vinculación de hegemonía y es una forma local del centralismo. Los dos son consubstanciales. Mientras subsiste el uno, subsistirá el otro, lo mismo con la república que con la monarquía. Y es que el centralismo reviste al cacique de una inmunidad y de una autoridad que llega acrecentada a los ojos de la gente sencilla, que ven presente al cacique, pero no ven la fuente de donde emana su poder. Es necesario atajar el mal con una operación quirúrgica; hay que cortar las ligaduras que unen el caciquismo con las fuentes del poder; hay que destruir todas las ramificaciones centralistas. Así se acabará con el cacique.
Esta es una prueba de los maestros Bello y Osorio y Gallardo. Los mayores enemigos de la autonomía de Galicia son precisamente los caciques, porque son adversarios de toda autonomía que es la que a ellos les quita el poder y las esperanzas de seguir mangoneando sobre el país. Esa misma actitud que se observa actualmente en los últimos vestigios del caciquismo gallego es la prueba más clara de su oposición a la autonomía que es la llamada a librar a Galicia de la plaga eterna del caciquismo. (Grandes aplausos).
Otra objeción se elevaría también contra nosotros. No estáis capacitados-nos dicen-para el resurgimiento autonómico.
Este argumento, del que se abusó mucho en los primeros tiempos de nuestra campaña autonomista, es necesario dejarlo destruido. Galicia tiene una capacidad económica insospechada para el mismo poder central, que es posible que no lleve al detalle el control de los gastos e ingresos de Galicia. Unas cifras será la mejor prueba de la capacidad económica de nuestra tierra. Nos encontramos estas cifras en el ejercicio económico del año 1930, en el que se refundieron los presupuestos ordinario y extraordinario del Estado. Este invirtió aquel año en Galicia 124 millones de pesetas mientras que ella aportó al Estado 132. Es decir, que hay un exceso de 8 millones entre lo que paga y lo que recibe. Y hay que considerar que en esos 124 millones pagados en Galicia por el Estado van incluidos otros gastos que no fueron para atenciones de aquel país propiamente, porque en aquella cifra están incluidas las inversiones hechas en la base naval de el Ferrol y en las guarniciones de Coruña, Pontevedra, Vigo etc. Es decir, que Galicia ha de contribuir a los gastos del Estado igual que las demás regiones, pero con esa desproporción bien notoria entre los que paga y los que recibe. Y sin embargo, acaso sea el año 1939 el más desfavorable para hacer estos cálculos, ya que al refundirse los dos presupuestos es aquél el año en que el Estado más dinero gastó en Galicia atendiendo a las obras del Vigo y a las del ferrocarril de Orense-Zamora y a las del puerto de Coruña, todos los cuales figuran en ese presupuesto y no en los sucesivos, como es natural, porque se trata de unas obras que se hacen de una vez para siempre.
Luego la demostrada capacidad financiera de Galicia desvanece aquella leyenda que se nos quiere echar en cara. Pero si siguiéramos profundizando veríamos cómo Galicia está sometida a un régimen tributario de desigualdad con respecto a Castilla, pues mientras ésta está gravada con cinco pesetas por hectárea de terreno agrícola, a Galicia, por la misma extensión, se le grava con 71 pesetas.
Estas cifras dan una idea de la ficción creada en torno a nuestra incapacidad, que justifica nuestra demanda de autonomía. Aparte de los motivos especiales de sentimentalismo e históricos, que nos mueven a deshacer el ligamento anacrónico con los Poderes centrales, hay un derecho a nuestro favor que es el derecho a la vida, que nadie puede negar. Por el derecho a laborar su prosperidad defiende Galicia su Estatuto y está dispuesta a romper la leyenda agraviante de su incapacidad.
No existe contra nuestra demanda un argumento verdaderamente sólido. Lo único que existe, lo mismo contra nosotros que contra vosotros y contra Cataluña, es la incomprensión del pueblo que ejerce la hegemonía, respecto a los matices que representan la substancia vital de las tierras ibéricas. Si analizamos la trayectoria de la historia de España, veremos que Castilla impuso una civilización de tipo castrense; implantó con las armas su hegemonía; fue un pueblo que pudo sojuzgar a otros y los sojuzgó mientras pudo hacerlo con la fuerza de sus picas. Pero de su dominación, lo mismo interior que colonial, estuvo siempre ausente el espíritu de cultura y su hegemonía fracasó cuando las armas faltaron. Lo mismo en ultramar que en el continente. Y naturalmente, siendo de tal sequedad los principios de su dominación, ¿Cómo es posible que pudiera sentir las matizaciones espirituales del contorno peninsular? ¿Cómo poder hacer subsistir las diferenciaciones ibéricas? Para las armas no hay matices. Todo es liso y llano. Por eso no podía Castilla comprender la justicia espiritual que había tras de nuestras demandas. Además, esta incomprensión de Castilla se tradujo siempre en incompatibilidades entre el centro y el litoral. Hay que operar el desarme de la historia de España. Y esa es la primera preocupación que ha tenido la República. No hay que olvidar los destinos marítimos de España, como los olvidó Castilla. Se olvidó Castilla de la misión civilizadora del mar y no supo comprender los destinos a que le impelía su importancia geográfica. No supo estructurar su movimiento marítimo. Creó, en cambio, lo que yo he llamado alguna vez el narcisismo del ombligo; ese ombligo, como ya sabéis, es la tierra sedentaria y muerta de la meseta. En el litoral español el espíritu está atento a todas las insinuaciones que le viene de fuera. En la meseta sólo hay fuerza centrípeta, apelmazada y parasitaria. En este dualismo de fuerzas contrarias se inicia el proceso de la decadencia y de depauperación económica de España, porque no empleó para sostenerla los recursos que la mantenían en los tiempos en que amaba el mar y armaba las carabelas para marchar al descubrimiento de nuevos mundos. Esas son las dos trayectorias de España. Esas son las dos Españas, la desértica y la marítima. Hay que hacer a la primera sensible y hay que vitalizarla cada día más en esos focos periféricos en que la vitalidad dura y pervive. De otra manera, España no se repondrá nunca del proceso de decadencia que ella misma se originó desde Madrid por las divergencias entre el mar y la meseta, dando lugar a todos los desaciertos que tuvieron como epílogo la jornada del 12 de abril de 1931.
Estamos en el momento de emprender el camino hacia una nueva política. Pero el problema no puede empequeñecerse haciéndole unilateral. No es problema gallego, ni vasco, ni catalán, sino que es un anhelo total y común que a todos nos mueve. Las tres regiones han de aprestar su esfuerzo y dar una tónica de ideas nuevas, de las ideas que España dejó olvidadas a lo largo de los siglos. Ha sonado para las tres regiones una hora histórica. El dilema de Hamlet está pendiente sobre nuestros destinos. Ser o no ser, éste es el grito de la hora actual.
Yo, hermanos de Euskalerria, no tengo títulos para haceros recomendaciones; sólo traigo un título fraternal y un airón de luchador, pero os digo que ha llegado un momento en que deben entrar en acción todas las fuerzas vivas y sensibles de nuestras regiones en una comunidad de esfuerzos. Y debéis vosotros aquí, como nosotros allí, tener palabras de unión y cordialidad. Pero hay que denunciar ante el país al que traicione su mandato. Hay que presentar erguida y vibrante ante el poder central a vuestra noble tierra vivificada por el espíritu de Sabino. Que sepa Castilla y que sepa la República que no pueden ser en su lema meras palabras sin sentido las de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Continúa luego el conferenciante su brillante peroración, excitando a sus oyentes a la lucha decidida por la autonomía y la unión entre si y con las demás regiones en pro del ideal común del patriota cubano José Martí:”Los grandes derechos no se conquistan con lágrimas, se conquistan con sangre”.
La documentada y brillantísima conferencia del señor Paz Andrade fue premiada con nutridísimos aplausos y felicitaciones.
El conferenciante se reveló ante nosotros como un orador de primera talla y como un propagandista brillante y preparadísimo.
A las que ayer recibió una el distinguido compañero y amigo nuestra cordial felicitación”.